Las maderas blandas y duras, derivadas de diferentes tipos de árboles, se distinguen por sus estructuras de hojas y composiciones celulares, cada una de las cuales cumple propósitos únicos en la construcción y la fabricación. Las maderas blandas provienen de árboles coníferos con hojas en forma de aguja y están compuestas predominantemente por células longitudinales llamadas traqueidas y una proporción menor de células radiales conocidas como radios. Debido a su estructura celular, las maderas blandas se utilizan comúnmente en la construcción para armazones, revestimientos, materiales para techos y revestimientos exteriores.
El contenido de humedad en las maderas blandas juega un papel fundamental en su uso. En la madera viva o recién cortada, las fibras celulares y las cavidades retienen la humedad. A medida que la madera se seca, el agua en las cavidades se evapora primero, seguida por el agua residual en las fibras, lo que hace que la madera se encoja en lo que se conoce como el punto de saturación de fibra, generalmente alrededor del 30 por ciento de humedad para la mayoría de las maderas blandas.
Las maderas duras, por otro lado, suelen perder sus hojas anchas estacionalmente y tienen una microestructura más compleja con un mayor porcentaje de radios y dos tipos de células longitudinales: fibras de diámetro pequeño y vasos o poros de diámetro grande. Esta estructura compleja hace que las maderas duras sean adecuadas para hacer gabinetes, muebles, paneles, molduras decorativas de interiores y pisos. La veta de las maderas duras suele ser más fina e intrincada, lo que la hace visualmente atractiva y muy valorada por motivos estéticos. Por el contrario, las maderas blandas generalmente presentan una estructura de veta más áspera y simple.
Del capítulo 3:
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